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Cuando se pone en marcha, en frío, el motor de la LC 200 suena igual que el de un camioncito fletero. Regula a sólo 500 rpm y las explosiones en los cilindros son tan espaciadas que podrías contar sin problemas las vueltas del cigüeñal. Estamos hablando de un motor muy grande y gasolero, que necesita de poca presión en el acelerador para comenzar a moverse. Esto es bueno, porque acostumbrarse a las proporciones de su carrocería lleva un buen tiempo. Sólo quien manejó un camión, una Ram u otra Land Cruiser puede tener una idea de lo que se trata estar al mando de este monstruo de cinco metros de largo y 2,6 toneladas. Por suerte, hay empuje de sobra y -con la caja en modo secuencial- es posible lograr un nivel de prestaciones muy bueno para una SUV de este tamaño: acelera de 0 a 100 km/h en 8,5 segundos y alcanza una velocidad máxima de 210 km/h. Cuando se lo exige a fondo, el consumo del motor puede superar con facilidad los 20 litros cada 100 kilómetros. Pero, en uso normal, se puede mantener una media bastante razonable de 13 litros. En sexta marcha y a 120 km/h, el motor ronronea a sólo 1.800 rpm. En Europa y Japón, la Land Cruiser 200 se vende con un tanque de combustible de 93 litros. Pero llega a la Argentina con un depósito suplementario, que logra un total de 138 litros. Hablamos de una autonomía de mil kilómetros. Nada mal para un barrio privado con ruedas. La suspensión es suave y transmite una sensación de robustez asombrosa. Ni siquiera una pick-up se siente tan sólida –y cómoda a la vez- al transitar por caminos en mal estado. La Land Cruiser 200 no tiene suspensión neumática, pero cuenta con algunas soluciones ingeniosas para lograr el mejor equilibrio .
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